domingo, 27 de febrero de 2011

Perfecta Creación

El valor de la perfección, desde mi punto de vista, debe buscarse no tanto en el hecho de que ella sea posible, si no en la circunstancia en que por pretenderla, lleva a nuestras creaciones a un nivel siempre superior, cuando nos entregamos a ella y trabajamos por las mas altas cúspides de cualquier realización, impulsando así al haber humano a una dimensión en constante cambio, progresión, efectividad o refinamiento. Desde esta prespectiva, el hecho de tomarla como un imposible, tiene incluso la nada despreciable connotación de exigir en nosotros cierta humildad de partida hacia nuestras consumaciones, exigencia que siempre será de agradecer en los espíritus mas engreídos. Humildad que no tiene porque privarnos de nuestra voluntad de ser impecables y de buscar la más impoluta realización de nuestros proyectos, pensamientos y creaciones que hasta el momento presente nos haya permitido el tiempo.

En este sentido, su posibilidad es algo que pasa a ocupar un segundo plano. No persiguiendo imposibles, si no utilizando la existencia de ciertas imposibilidades para catapultar nuestra voluntad y nuestra potencia, no materializamos la perfección pero podemos bordearla paulatinamente. Y teniendo un deseo de perfección aún mas intenso que el desaliento que nos produce su intratable lejanía, probablemente utópica y de carácter pantonímico.

Aún con todo, su carácter remarcadamente utópico no determina su inexistencia, pues es precisamente en el hábitat de la pura utopía que ocupa, donde puede buscarse la solvencia de una idea que permitiría articular nuestras obras hacia un final encomiable, si bin aproximativo. Por mucho que su realidad transpire en un nivel implícitamente especulativo, debemos reconocerle a ese nivel de realidad su facticidad a la hora de cumplir un papel determinante en el mejor obrar del ser humano.

Ahora bien ¿Quien necesita la idea de perfección como estímulo para culminar la naturaleza si no aquel que ha dejado de verla en ella? Que la visión de lo perfecto sea enteramente subjetiva no nos puede impedir cierta contemplación extasiante en aquellos que hemos sido desbordados en algún momento por la belleza del estado natural de la existencia. (Quién más quién menos, cualquiera)

La culminación de la naturaleza (tarea que el hombre se asigna en su periplo) sería así la convivencia misma con la imperfección, en el momento en que un instinto inexplicable le lleva a éste a tratar siempre de superar la natura, aún cuando aquella se le aparece tan perfecta y tan hermosa.

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