martes, 25 de enero de 2011

La gran travesía

El tiempo, oleaje de instantes que vienen y se van, pasa inadvertidamente en la playa de la juventud. Transito en la orilla de la móvil espera.

Una sirena me observa desde mar adentro. Es la espectativa de un futuro siempre mejor, forjado a golpes de esperanza en el respirar profundo de la vida. Sentado en la arena contemplo el amanecer en el horizonte, que me habla de alegrías por venir en el acontecer de la ordinaria espera.

Me sumerjo en el mar de la duda y encuentro el conocimiento de los que miran al abismo. La naturaleza es tan perfecta que ha dispuesto una piedra en cada paso, un interrogante en cada respuesta, una ola inmensa en cada minuto de tiempo. La música de las esferas reverbera y me llegan ecos de su perfecta armonía. El caos responde al órden implícito en las piedras del camino.

Seguir adelante es la única premisa para llegar al sol. La tormenta es solo una diatriba en momentos de duda. Tiemblan brazos y piernas, es la voz del inconsciente que se sabe una gota en el océano del tiempo. Me acompañará la vida de las profundidades en este viaje por el espacio exterior de las grandes distancias y los imposibles deseados.

Cuando llegue al infinito, sabré que habrá expirado el tiempo del cansancio y reposaré al otro lado de la realidad, allá donde moran las estrellas y se fraguan soles.

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