domingo, 23 de enero de 2011

Teatro de títeres.

Violencia en las calles, atisbo de insanidad en el pozo de los desalmados. Noche fría y helada, hinvierno de egos diminutos cruzando la espiral estacional del tiempo variable y el ánimo vipolar. Inútil poesía de las almas en la sombra, infantil querella de narices polvorientas. Puños de acero y cerebro de mosquito, ojos saltones de insecto furibundo, palabras necias que se clavan como aguijones inocuos en la piel del valiente despistado. Ganchos en la mandíbula de la noche festiva y alegre, coito interrumpido de las risas y las copas que brindan por la alegría. Huellas de osadía en tiempos de paz que solo siguen los buscadores de sensaciones vacías. Buscan entrar en calor a golpes para combatir el frío de la soledad, intimando con lobos que les protegan del dócil viajero. Cobardía encumbrada.


Navajas que se quedan en el gaván, amenazas cortantes como el cristal helado de los corazones henchidos de aire, mas ligeras que una nube y mas efímeras que la nieve inspirada. Insultos a una dama vociferados por la inpotencia de los prepotentes. Caras de odio, compañía inflamable en el bar de los negocios turbios. Miradas desconfiadas, oídos sordos al otro lado de la duda. Comparsa de rufianes que gimotean como pavos reales en la pasarela de la estupidez. Ruido en la puerta del bar, parece que hay gresca. La multitud interviene y el detonador se pone impaciente.

Falsa alarma: bomba desconectada de la realidad del aquí y el ahora, a la que no es necesario darle mas bombo. Las explosiones en cadena acaban rotas por el entendimiento del dócil viajero, contrincante consecuente de los necios. Intentaron amargar la noche con la amargura de sus cadenas de odio. Anecdótica querella en un paraje frívolo. Final feliz en el KGB, entre copas y buena música.

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